viernes, 4 de marzo de 2011

La Toma

Por Rodolfo

   ¡Una palada más y listo! Ya puedo trasplantar la Chiflera desde el pequeño macetero al antejardín. Desde que me retiré del ejército tenía seleccionado el lugar donde instalarla, hará juego con los Papiros, el Ibisco y la Flor del Pájaro.

lunes, 27 de diciembre de 2010

La Daga Burdea

Por Rodolfo

   En la estación, al mirar por la ventana del buscarril hacia la boletaría, visualizo el castillo. No dejo de pensar en lo que había pasado.

   Tiempo atrás estaba buscando algún trabajo distinto al de la posta y cuando supe de que el gringo jubilado, Mister O´Ryan, necesitaba de quien lo cuidara, fui hasta su hogar. Su señora había fallecido hace 20 años atrás. La gripe española que asoló a Europa en la década de los veinte fue la causante de su muerte. El viejo me contó que la gripe era tan fuerte que hacía que los cuerpos desaparecieran de la faz de la tierra y que aquellos cadáveres estaban malditos. Siempre pensé que el maldito era él y que su mujer se había arrancado de su lado, pero él necesitaba de quién lo cuidara y yo el dinero para salir de este pueblo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

El Amor de Petunia

Por Rodolfo

   A continuación del sofá que daba hacia la puerta principal, había erecta una angosta columna de madera. En su extremo achatado un macetero de greda, donde Petunia lucía como la más bella flor de la casa.
   El hombre celaba de Petunia en todas sus formas. No bastaba sólo con cuidar de su hidratación, sino que una vez por semana, de manera delicada la aseaba con un suave paño, acariciándola, desde el tallo, paseando por cada hoja con especial dedicación, hasta llegar a su única flor formada de blancos pétalos divididos por unas delgadas líneas violetas. Pese a la altura de no más de cincuenta centímetros, sus hojas redondeadas y ligeramente vellosas relucían su verdoso cuerpo.

domingo, 5 de diciembre de 2010

La Cena de Conquista

Por Rodolfo
Cada golpe del cuchillo en la tabla va a la par de sus latidos. Al sólo imaginar la futura presencia del invitado su corazón se acelera y los cortes también, hasta terminar la zanahoria en una serie de rodajas dispuestas en la fuente. Es una cena especial y ella lo sabe.

Toma los cebollines y continúa el mismo ejercicio pero esta vez los ojos de Matilde se llenan de lágrimas. La emoción del amor con historias desafortunadas. Su primer marido muerto tempranamente. Otro desaparecido después de un mes viviendo juntos y una serie de encuentros, más bien, desencuentros con extraños. En esta oportunidad parece ser distinto: una gran apuesta al amor eterno.

Al terminar con los cebollines, Matilde va hacia la mesa del comedor. Chequea que todo esté en su lugar. El mantel sin ninguna arruga. Sobre él dos individuales, uno frente al otro. Las servilletas enrolladas celosamente y atadas con una fina cinta. Tres copas para cada puesto. El vino tinto ya destapado y a temperatura perfecta. El vino blanco en un hermoso balde con agua helada. Los servicios bien posicionados y una vela que será la luz de la cena. Corrige las posiciones de las sillas y vuelve a la cocina.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Café con Tostadas con Mantequilla

En el hospital, es un secreto a voces que el jefe de servicio y su secretaria dejan correr sus emociones en la oficina. Y la función como administrativo me ha posibilitado un nuevo puesto de trabajo junto a aquella funcionaria, a sólo unos metros del lugar de los hechos.
Innumerables veces se han encerrado, por largos minutos, a tratar “aspectos del trabajo”. Después de observar los distintos peinados con que sale la secretaria de la oficina, seguramente por buscar el azúcar, calentar el agua o batir la leche, está más que claro que el típico café mañanero viene con más de algún “agregado”.